jueves, 24 de enero de 2008

Un modelo de comunicación alternativa

Comunicación alternativa, subversión para la paz
Miguel Ángel Espinosa M. / Coordinador de Visibilidad y Proyectos de Comunicación, Cencos, México.



He aquí una propuesta para la construcción de un nuevo modelo de comunicación alternativo basado en principios, estrategias, objetivos e instrumentos que lleven a la sociedad civil en su conjunto a un ejercicio pleno del derecho a comunicar


Allá por los setenta, los gobiernos de algunos de los países en vías de desarrollo emprendieron una cruzada ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para reformar el orden económico internacional. Buscaban favorecer a sus sociedades en el desigual reparto de la riqueza del orbe y trataron tímidamente de conducir los mecanismos de la economía mundial para que sus beneficios incluyeran al Tercer Mundo. Conocido entonces como “Nuevo Orden Económico Internacional”, este proyecto abortó antes de nacer porque desde su concepción era una falacia: sus promotores, los poderes nacionales, ya desde entonces auxiliaban de lleno en la gestación del proyecto neoliberal que hoy depreda al planeta, este sí un verdadero nuevo orden al que nadie ha podido escapar.
Henos aquí, dos décadas más tarde, envueltos por la globalización del mercado, presas de la más feroz etapa del capitalismo posindustrial; henos aquí a los latinoamericanos, pobres entre los pobres, con nuestras sociedades cayendo sin freno en el abismo de la “exclusión”, esa condición socioeconómica y casi existencial de no ser nadie por vivir al margen del consumo y la producción.
En aquel fallido intento de los setenta por reordenar el caos socioeconómico se planteaba también la creación de un nuevo orden informativo internacional, pues ya se mostraba con evidencia que los mass media son una de las principales herramientas para preservar el dominio de unos cuantos sobre la población de la Tierra. Desde sus tribunas, importantes científicos sociales advertían reiteradamente contra este fenómeno, fiel espejo de los esquemas del mercado. En América Latina, por ejemplo, el maestro Juan Somavia, del Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales, hizo señalamientos que hoy más que nunca adquieren plena vigencia:
“El sistema transnacional de comunicaciones —señalaba el investigador— es un todo: incluye agencias de noticias, empresas de publicidad y bancos de datos; y también el suministro de servicios de recuperación de información, programas de radio y televisión, películas, radiofotos, revistas, libros e historietas y cómics de circulación internacional. Sus distintos componentes, que tienen mayoritariamente su origen en los países industrializados, se refuerzan unos a otros, estimulando en su conjunto las aspiraciones del consumidor a alcanzar formas de organización social y estilos de vida imitativos de los países capitalistas industrializados que la experiencia ha demostrado que sólo se pueden reproducir en los países del Tercer Mundo sobre la base de inaceptables desigualdades sociales y una alta y creciente concentración de ingresos en pocas manos. Al mismo tiempo, la presión informativa procedente de tantos y diversos orígenes, aparentemente sin relación entre ellos pero sustantivamente coherentes, va eliminando la capacidad de reacción frente al mensaje, con lo cual progresivamente el sujeto receptor se transforma en un elemento pasivo, sin capacidad de juicio crítico.
“El proceso de comunicación, entonces, se transforma para la gente en algo así como un teatro que se observa pero en el cual no se participa. En esas condiciones el público se va convenciendo de que el modelo transnacional de consumo y desarrollo es históricamente inevitable. Así, el sistema de comunicaciones cumple su función principal: la de penetrar culturalmente al ser humano para condicionarlo, de modo tal que acepte los valores políticos, económicos y culturales de la estructura transnacional de poder”. ([1])
Con esas palabras el maestro Somavia hacía sin duda el retrato de las sociedades tercermundistas para veinte años después. La información, desgraciadamente, no sólo continuó siendo un producto a la venta, sino que incluso se convirtió en uno de los bienes más importantes del expansionismo neoliberal y una de las grandes carencias en lo que se refiere a las posibilidades de autonomía para los países dependientes. Por otra parte, es un hecho indiscutible que la informatización del mundo fue y sigue siendo uno de los soportes sobre los cuales se sostiene la globalización mercantilista. No es gratuito que la generación de tecnología y conocimientos de punta para el manejo de la información estén controlados precisamente por oligopolios estadounidenses y europeos.
El poder de la información
Hoy por hoy adquiere vigencia la consigna de los magnates del periodismo: “Información es poder”. Gran verdad que la sociedad civil organizada asume para plantearse una importante pregunta: ¿Cómo obtenerlos, la información y el poder que ésta da, cuando no se manejan los hilos de la economía, cuando se forma parte de la gran masa despojada, cuando los ciudadanos comunes ni siquiera pueden soñarse dueños o contralores de los medios de producción, cuando son parte de la mayoría en desventaja y ni siquiera poseen los recursos materiales suficientes para desarrollar sus proyectos más mínimos?
La sociedad civil organizada responde a esta interrogante proponiendo la construcción de un nuevo modelo de comunicación alternativo basado en principios, estrategias, objetivos e instrumentos que lleven a la sociedad civil en su conjunto a un ejercicio pleno del derecho a comunicar y, por consecuencia, de lo que en México llamamos “garantías individuales y sociales”.
Conciencia, libertad, conocimiento, creatividad, solidaridad y subversión, he aquí seis principios que la sociedad civil se antepone en su ejercicio del derecho a la comunicación:
Conciencia, para mantener y promover la certeza de que la persona humana no puede ni debe ser sujeto de manipulación en su núcleo más íntimo; conciencia para distinguir entre los elementos liberadores y los elementos degradantes de la cultura; conciencia para cerrar los oídos a los cantos de sirena del orden establecido, que de continuo trata de atrapar al receptor para fortalecerse a sí mismo convirtiéndolo en su fiel multiplicador.
Libertad, para optar por la dirección que la conciencia señale, ejerciendo la responsabilidad de no someterse pasivamente a las estructuras impuestas por los poderes económico, religioso, político y militar; libertad para rechazar las ofertas de los manipuladores, que no respetan la esencia humana; libertad para expresarse y comunicarse.
Conocimiento, para fortalecer esa libertad consciente, pues no se debe olvidar que un hombre se posee a sí mismo en la medida que posee la palabra que nombra su entorno, y la palabra bien utilizada implica profundizar en el conocimiento de sí y del mundo.
Creatividad, para inventar las formas de expresar y compartir los propios conocimientos, en lo individual y en lo social, hasta conformar saberes que constituyan un bien común; creatividad para sabotear al orden cuando es injusto, pero sin recurrir a la violencia o a la guerra.
Solidaridad, para que los saberes colectivos circulen fortalecidos y pervivan más allá de cualquier límite espacial o temporal; solidaridad para incluir en un proceso liberador a quienes por desidia permiten la manipulación; solidaridad para evolucionar en lo personal y en conjunto mediante el apoyo mutuo; solidaridad para socializar los medios y las estrategias de comunicación.
Subversión, para que desde su propia libertad, con pleno conocimiento de causa, creativa y solidariamente, los ciudadanos saboteen las ideologías que crean un falso sentido de la realidad y producen conciencias desnutridas, sin voluntad para comprender y rechazar las condiciones de vida que impone la economía de mercado a través de sus mensajes manipulados; subversión, sí, para enfrentar mediante la “no violencia activa permanente” cualquier tipo de manipulación de las vidas y las conciencias, venga de donde venga; subversión como forma de vida para revolucionar a la democracia y hacerla social.
A partir de estos principios, el propósito que mueve a la sociedad civil organizada a buscar la información y su poder es comunicar, poner en común, ejercer un derecho que implica a muchos otros derechos, como el de reunión, el de discusión, el de participación y otros de asociación, el derecho de hacer preguntas, el de ser informado e informar con plena libertad y otros de información; el derecho a la cultura, el derecho a escoger, el derecho a la protección de la vida privada y muchos otros derechos que se refieren al desarrollo del individuo.[2]
El sentido común parece advertirnos que en el orden informativo vigente estas propuestas correrán la misma suerte del proyecto de los setenta. Pero no es así. Aquella iniciativa se caracterizó por su verticalidad y su identificación orgánica con los poderes nacionales tercermundistas, al fin y al cabo extensiones del poder internacional. Esta nueva propuesta, en cambio, se pretende surgida de la tradición popular, es horizontal y ha emergido junto con la sociedad civil organizada, dentro de la cual pretende afianzarse para después permear a la sociedad civil en su conjunto y desde ella emprender la transformación de los medios establecidos en instrumentos para el bien social.
Estrategias alternativas
En cuanto a la elección de las estrategias y los instrumentos, la sociedad civil organizada reitera constantemente el ejercicio de una comunicación de estrategia alternativa, tanto por sus contenidos como por sus instrumentos.
En sus proyectos sobre la materia se plantea así:
Alternativa porque implica elegir entre dos o más opciones posibles. Ante la información masiva se opta por la comunicación civil, desde y para la sociedad civil.
Alternativa porque no apunta únicamente a la creación de medios distintos a los existentes, sino que va más allá al plantear también un uso distinto de la comunicación, a reserva de que se logre o no crear nuevos medios o transformar los que se imponen.
Alternativa porque renuncia a la tentación de usar los medios como instrumentos de poder para el dominio y la manipulación; en cambio, se propone su uso para compartir la información y el conocimiento como bienes sociales.
Alternativa porque se niega a participar en el flujo de ese producto ideológico-industrial que es la información mercancía y se empeña en poner en común —en comunicar— las expresiones de la propia diversidad cultural.
Alternativa porque se expresa con un discurso antiautoritario, crítico y analítico para descubrir los problemas de la realidad en lugar de ocultarlos.
Alternativa porque invoca la creación de medios al margen de las redes de la gran prensa, pero sin olvidar que hay formas de participar e influir en ella sin dejar de cuestionar directamente al orden establecido.
Pecaría de iluso quien pretendiera destruir los medias para sustituirlos por el volante de mano en mano, la pancarta y las pintas, que sin duda son valiosos en sí mismos pero cuya capacidad para generar respuesta interactuante es casi nula. Por el contrario, es posible hacer un análisis sobre los medios útiles al propósito de comunicar —desde los mencionados, tan simples, hasta los que sirven al poder, tan complejos— y escoger entre ellos para utilizarlos juntos o por separado en todas sus posibilidades, según convenga al interés comunitario.
El problema a fin de cuentas no estriba en los medios que se puedan poseer, sino en la forma como se usen y el contenido que se pretenda transmitir con ellos. Como diría Máximo Simpson, un viejo maestro de la comunicación: “El meollo de la alternatividad no está tanto en el carácter físico del medio sino en su capacidad para emitir con posibilidades de retroalimentación un mensaje de interés colectivo y que contribuye al bien social. El contenido es la piedra de toque de la alternatividad. Sin discurso alternativo no hay medio alternativo, que en cuanto a la elección de temas, su clasificación y su tratamiento debe ser abierto y antiautoritario”.([3])
Es el mismo Simpson quien ofrece una de las mejores definiciones para caracterizar a un medio alternativo: “...es alternativo todo medio que implica una opción frente al discurso dominante en un contexto caracterizado por la existencia de sectores privilegiados que detentan el poder político, económico y cultural. [4]
Respecto a la elección de los contenidos, la sociedad civil organizada hace otra propuesta provisional como punto de partida para iniciar la comunicación. Es muy sencilla: recuperar los valores propios de la verdadera sociedad. Para lo cual habría de comenzarse por la revaloración de seis instituciones tradicionales:
1. La familia, pero reformada profundamente y fortalecida para crear e impulsar desde ella las alternativas para un cambio radical del sistema.
2. La comunidad, tejido básico para la reconstrucción de la vida humana y de la sociedad civil, especialmente entre los pobres, los oprimidos y los excluidos. Mediante la formación de comunidades solidarias se puede levantar un no tajante al consumismo, a la manipulación cultural y a los fundamentalismos de cualquier índole.
3. El poder local, comunal o de barrio, para hacer realidad la democracia social y participativa.
4. La educación formal y la popular, pues la que se imparte en las escuelas está manipulada para convertir a los niños y jóvenes en engranajes de la producción y el consumo.
5. La cultura, incluyendo todas sus manifestaciones pero poniendo especial énfasis en las que surgen de las tradiciones y la diversidad.
6. La religión, pero considerándola como un intento del afán humano por religarse respetuosamente con el universo que le rodea, sin caer en la idolatría o en el fundamentalismo, sin depender de instituciones concretas y puesta por completo al servicio de la vida.
Los temas sobran dentro de este pequeño esquema de seis puntos planteado por quienes trabajan con la comunicación en la sociedad civil. Podría constituirse en un buen punto de partida, ya que es justamente el esquema de la vida diaria y una fuente de información idónea para fortalecer el derecho a comunicar.
La construcción de medios
En aras de lo práctico, vale la pena mencionar finalmente cuatro puntos sobre los cuales se debe poner especial atención a la hora de iniciar la construcción de medios alternativos:
1. El sistema de propiedad, que ha de ser colectivo.
2. La participación social en el tratamiento del mensaje, que debe ser abierta a toda la comunidad, convirtiéndola en interlocutora.
3. Las fuentes de financiamiento, que pueden provenir de la misma comunidad, de fundaciones e instituciones no gubernamentales y hasta de los gobiernos, siempre y cuando no se establezcan por ello compromisos que limiten la independencia del medio.
4. Las formas de distribución, que pueden abarcar desde la interpersonal hasta la masiva, mediante recursos tradicionales o tecnología de punta pero siempre dejando abiertas las posibilidades para la respuesta directa y lo más pronta posible del receptor.
Es claro, pues, que el universo de posibilidades para la construcción de medios alternativos desde la sociedad civil es muy amplio. Pocos están fuera del alcance.
Las propuestas más actuales de la sociedad civil en materia de comunicación se enmarcan en un propósito más amplio de promoción de la cultura para la paz., una cultura donde nadie sea violentado por el engaño, la manipulación, el despojo, la persecución, la discriminación, la exclusión o el exterminio. Se parte aquí de la certeza de que la paz no sólo es la ausencia de guerra, pues ésta puede ser estructural y tomar el rostro de un sistema que arrasa inmensos conglomerados humanos mediante la manipulación contra la vida a través de la economía, la política, la corrupción, la ciencia, la educación, la religión y la cultura toda, expresada a través de los medias.
Con la práctica constante de la subversión comunicadora desde la sociedad civil organizada es posible preparar a la sociedad para su transformación mediante el consenso, mediante el acuerdo incluso con los poderes establecidos, pero desde el derecho individual y la libertad consciente. La comunicación alternativa es la mejor vacuna contra cualquier tipo de manipulación, porque desde el interior humano, desde la familia, desde la comunidad y desde las organizaciones los ciudadanos se insertarán propositivamente en el nuevo orden que ellos mismos construirán. Los medios de comunicación, finalmente, se habrán convertido en la alternativa idónea para que la sociedad se interpele pacíficamente a sí misma. En un mundo de destrucción la subversión más revolucionaria es la creación.
[1] Uribe O, Hernán. Ética periodística en América Latina. Deontología y estatuto profesional. Universidad Nacional Autónoma de México. México, D. F., 1ª edición, 1984.
[2] Häring, Bernard. Ética de la manipulación. En medicina, en control de la conducta y en genética. Editorial Herder. Barcelona, España. 2ª edición, 1985.
[3] Simpson, Máximo. “Comunicación alternativa: dimensiones, límites, posibilidades”, en Comunicación alternativa y cambio social. Universidad Nacional Autónoma de México. México, D. F., 1ª edición, 1981.
[4] Ibid.
Comunicación alternativa, subversión para la paz
Miguel Ángel Espinosa Mondragón
espidrag@yahoo.com.mx





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